jueves, 5 de octubre de 2023

Gabriel García Márquez- 100 años de soledad

 Esto lo escribí en octubre de 2021


’El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señarlas con el dedo’’

Así comienza la historia de la familia Buendía y el pueblo de Macondo. 100 años de guerras, fiestas, trabajo, fantasía, amor, corrupción, sexo, responsabilidades, desenfreno… 100 años de soledad.


Sin haber leído mucha novela hispanoamericana creo que he encontrado el puntito (que no os engañe el diminutivo) de realismo mágico que me gusta. Para los que hayan tenido mala experiencia con este estilo, les aseguro que no encontraréis en este libro paranoias metafísicas como las de Juan Rulfo en Pedro Páramo: no te encontrarás perdido en la complejidad y lo enrevesado de cada oración, ni tampoco en las distintas líneas temporales o de realidad que se superponen. Al revés, todo se presenta claro, sin demasiados rodeos, a bocajarro.

Hay una constante de ilusión o fantasía atada a los aspectos más serios y cotidianos de la vida de los personajes de Macondo, una constante que no deja de hacerte imaginar gitanos voladores en mantas, mariposas que revolotean siempre alrededor de la misma persona, o ascensiones bíblicas desde el patio de tu casa. Una constante que te ve reír y sonreír, y que indudablemente provoca que sigas leyendo. De alguna forma es como permitirte, aunque solo sea mientras lees, volver a tener la inimitable capacidad de imaginación de un niño pequeño.

En el mismo sentido, el libro está cargado de exageraciones, brutalidad y revelaciones explícitas que inevitablemente captan tu atención. Todo es intenso, cargado de significado y sentimiento. Tanto es así que a veces necesitas que el capítulo acabe para darte un respiro, asentar lo que has leído y descansar un poco antes de seguir leyendo barbaridades. Una mezcla genial y adictiva.

Y que nadie me malinterprete, toda esta parafernalia es solo el adorno -recargado, intrínseco, esencial, pero adorno- del devenir de la amplia familia Buendía en el cambiante pueblo de Macondo. Tanto la primera como el segundo en constante evolución, creando nuevas relaciones e historias a cada página, dándonos lecciones e historias de y para toda una vida.

Algunos ejemplos de todo lo anterior:

‘’Pronto adquirió el aspecto de desamparo propio de los vegetarianos. La piel se le cubrió de un musgo tierno […], y su respiración exhaló un tufo de animal dormido’’

‘’La pusieron a orinar en ladrillos calientes para corregirle el hábito de mojar la cama’’

‘’En la escuela desportillada donde experimentó por primera vez la seguridad del poder, a pocos metros del cuarto donde conoció la incertidumbre del amor, Arcadio encontró ridículo el formalismo de la muerte. En realidad no le importaba la muerte sino la vida, y por eso la sensación que experimentó cuando pronunciaron la sentencia no fue una sensación de miedo sino de nostalgia’’

‘’y que en cualquier lugar que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda la primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera’’

Cambiando de tema, García Márquez consigue hacer atractivo lo que para los lectores ávidos de acción y sentimiento suele ser tedioso: las descripciones. Lo logra de dos formas distintas:

En primer lugar, es para mí un gran acierto la decisión de escribir pocas descripciones clásicas de personajes o lugares. En la mayoría de novelas es común al introducir un personaje destacar primeramente el color de sus ojos o de su cabello, su estatura o su vestimenta. Con la cantidad de personajes y rincones distintos que aparecen en esta novela, de haberse dado este esquema recurrente, acabaríamos agotados y desconectados.

En cambio, García Márquez introduce en esta obra a muchos de sus personajes a quemarropa, revelándonos sus acciones o características más interesantes desde el primer momento. En lugar de grandes ojos y narices pronunciadas, el autor reseña manías, leyendas familiares o peculiaridades extravagantes.

Por otra parte, ésta con mucho más valor literario, cuando nos presenta algo nuevo lo hace con detalle de cosas que realmente llaman la atención, y que te ayudan a formar una idea más representativa del personaje o el lugar. Hace uso de exageraciones desorbitadas, calificativos groseros, particularidades impúdicas, características irrisorias… todo para hacer que esa nueva identidad que está presentándonos se nos haga más tangible, más precisa.

Además, al haber en el libro tanta mezcla de familiares con nombres y actitudes similares, estas pistas nos ayudan a ubicarnos en más de una ocasión. García Márquez hilaba muy fino.

También se utilizan calificativos que hacen referencia a la personalidad del personaje o el lugar. Sí, aquí los sitios tienen personalidad. Esto aporta un extra de curiosidad por conocer más al elemento en cuestión. Estas descripciones serán también exageradas, retorcidas y, sin duda, necesarias y divertidas. Para los personajes y lugares que nos acompañan durante más páginas, en la novela se suelen recalcar las particularidades que los identifican, tratando de demostrarnos que pocas veces se producen cambios significativos: más bien todo sigue igual o cambia cíclicamente.

Algunos ejemplos:

’Pero mientras, éste conservaba su fuerza descomunal, que le permitía derribar a un caballo agarrándolo por las orejas’’

’Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión’’

’Era silencioso y retraído. Había llorado en el vientre de su madre y nació con los ojos abiertos. Mientras le cortaban el ombligo movía la cabeza de un lado a otro reconociendo las cosas del cuarto, y examinaba el rostro de la gente con una curiosidad sin asombro’’

Para finalizar no quisiera pasar por alto la recomendación más repetida y útil para afrontar esta lectura: coge una cuartilla y empieza a dibujar un árbol genealógico. No dejes de anotar ningún personaje de la familia, ni tampoco sus relaciones de sangre y de amores. En internet hay muchos ya hechos, con diseños atractivos y visuales. Aun así, te aseguro que da más gusto montarte tu propio esquema, entre otras cosas porque seguramente te equivoques en algo y acabes creando una pequeña variación en la historia que la hará únicamente tuya. No te esmeres en hacerlo bonito; lo vas a llenar de tachones y flechas.


Ojalá esto os anime a leerlo.

domingo, 17 de septiembre de 2023

Kase.O- Triste

Publico esto ahora que no lo siento, ahora que no da vergüenza, ahora que lo veo bonito y útil, ahora que vuelvo a estar motivado con mi blog. Era día 1 de noviembre de 2021 cuando lo escribí:

Después de un verano de sentirme muy vivo escuchando música alegre, frenética y guasona, el otoño ha vuelto a llegar llevándose la algarabía y su banda sonora.

Por segundo año consecutivo, o al menos eso me dice mi memoria, la vuelta a la rutina me deja en un estado que cambia a trompicones, pero en el que la apatía se erige como el sitio al que acabo volviendo, y donde cada emoción es transitoria. Los buenos propósitos se hacen débiles y, cuando me acuerdo de la gente a mi alrededor, los pensamientos suscitados son hostiles. Me siento egocéntrico.

Pensar que esta situación es lógica desde el punto de vista cíclico que caracteriza la vida natural (día y noche, estaciones del año, ciclos lunares…) me consuela y, en cierto modo, me empuja a vivirla como tal, en toda su expresión, como algo necesario e inevitable. Como el árbol que tira las hojas para aguantar mejor el frío del invierno, o las aves que bajan desde el norte de Europa hasta las marismas del Guadalquivir persiguiendo el mismo objetivo, ¿por qué no permitirnos todos nosotros, si lo necesitamos, un periodo de retirada? ¿Por qué no aprovechar esos tiempos para analizarnos más y conocernos mejor?

Es fácil dejarse llevar durante largas épocas, descuidando las conductas sanas hasta puntos en los que casi olvidas cuál era la forma en la que te conducías por la vida. Además, hay un gran riesgo de quedar estancados en un estado asqueroso durante mucho tiempo. Eso me empuja a escapar de estas dinámicas. Decir me empuja es faltar a la verdad; me debería empujar es más sincero. 

Puede parecer que tienes totalmente bajo control tus juegos penosos y destructivos, pero la tristeza sabe arrasar. Y arrasa.

La canción que encontráis en este post -y que lo motivó- se llama Triste. Está dentro del álbum El Círculo, del rapero aragonés Kase.O. En su letra y su beat se entiende mejor -tal vez hasta se siente- lo que he intentaba transmitir en los párrafos anteriores. 


Más que existir, subsisto
Más que embestir, resisto ¡joder!
No amo, ni siento, ni padezco
No veo que crezca, creo que envejezco
Lento de reflejos
Lejos del mejor beso que probé, estoy

Aquí dejo el enlace de otra canción del mismo disco y autor. Dos años después he pensado que, puestos a sentirnos chungos, no le viene mal a esta entrada.

Kase.O- Basureta (Tiempos Raros): https://www.youtube.com/watch?v=Bxw2xr1XUBo&ab_channel=KaseOTVOficial

Dedicatoria al Remi, que me enseñó esta canción, y que no lo veo desde que era chico.
















martes, 12 de septiembre de 2023

ANA RODRÍGUEZ - ANTARA. EL PODER DE LA NATURALEZA

Hoy tengo el gusto de presentaros y recomendaros la primera novela de mi amiga Ana María Rodríguez: Antara- El poder de la naturaleza.

Editado por Círculo Rojo en 2022, empecé este libro con la ilusión de quién sabe que una persona cercana y querida ha tomado su tiempo, esfuerzo e inspiración, a la vez que cargaba con su hija Alejandra en el vientre, para ofrecernos sus aventuras imaginarias en folios. Orgulloso y decidido a disfrutar y a analizar a conciencia esta obra (pues sabía que llegaría el día en que publicaría esta recomendación literaria), abrí por primera vez Antara- El poder de la naturaleza. No tardé mucho en llegar al final.

Sin más peloteo ni rimbombancia -no os vayáis a pensar que estoy muy sesgado por nuestra relación personal- comienzo la recomendación/análisis de esta novela, que creo puede ser categorizada como de fantasía y aventuras. Juvenil quizá, aunque eso no signifique para edades que no sobrepasen los 40 (allá cada uno con sus sensaciones vitales). Un libro no muy extenso (unas 350 páginas) en el que hay mucho movimiento y acción. Allá va, sin spoilers de peso:

Alejandro, hermano de la autora, leyendo Antara

Empiezo con la forma en que la autora nos introduce en la historia: chapó. Sin preámbulos, directamente al presente de la protagonista, te hace conectar rápido con la trama más actual. A la vez, nace la curiosidad por saber de dónde viene la situación de partida. Una decisión, a mi parecer, muy acertada: con solo la primera página y ya estás inmerso en la novela.

En cuanto a la caracterización de entornos y personajes tengo sensaciones encontradas: a veces se encuentran detalles muy originales, descripciones profundas que te ayudan a transportarte a los mundos que Ana María quiere presentarnos. Se ve la influencia de lecturas juveniles en su forma de redactar. Es de sabios tomar buenas referencias, y ella lo ha hecho. En otras ocasiones, en cambio, me parece que se repiten la forma de presentar los entornos y los personajes, que los calificativos no varían casi nada. Cal y arena.

Quizá sería útil, a este respecto, confeccionar un mapa del mundo ficticio que se nos presenta. De la misma forma, recomiendo a los potenciales lectores tomar papel y boli para hacer un pequeño esquema de personajes, lugares de origen y relaciones de poder/parentesco. No es algo tan grande como la familia Buendía de 100 años de Soledad, por eso de que no se combinan tantas generaciones, pero la confusión puede ser grande. Eso o prestar mucha atención cada vez que se mencionen lugares y personajes. A mí me habría sido de ayuda.

Pasando a la principal relación amorosa de la historia, valoro muy positivamente la capacidad de Ana Rodríguez para describir los encuentros sexuales. Sin ser explícita o ‘’grosera’’ consigue narrar con efizacia y transmitir con fuerza y pasión los besos, caricias y el propio deseo que nace entre los personajes. La evolución sentimental me pareció, eso sí, muy previsible. Sin hueco para la sorpresa, la relación nace, se desarrolla y muere como la mayoría podría imaginar.

Otra parte de la quiero hablar, quizá de las más significativas en cuanto al transcurso de la novela, es el descubrimiento y conexión con los poderes de la naturaleza por los distintos personajes. A excepción del último poder, que es mostrado de forma original y poderosa, muy bien hilado con el momento narrativo, los demás me parecen repetitivos, cíclicos, poco innovadores. Un poco lo mismo pasa con la descripción de batallas y conflictos. No me parece fácil lucirse en este aspecto, pero eso no quita que esperara algo más. Tal vez la autora abusa demasiado del recurso de usar un elemento/personaje/acontecimiento salvador que aparece en el último segundo, solucionando así todos esos problemas que eran, a priori, absolutamente insalvables.

Y dejo para el final el desenlace de la historia. Con muy buen criterio la autora supo cerrar la novela con creatividad y sorpresa, dejando al lector con una muy buena sensación. Concluye las tramas abiertas de forma satisfactoria a la vez que genera un conflicto al lector, que no sabe bien de qué lado posicionarse. Es un final de los que se agradecen cuando llegan, porque la forma de escalar la tensión y la duda hasta ese momento ha sido acertada, y ya solo quieres, de una vez por todas, saber como acaba la historia.

Por ponerlo en corto, me ha parecido que Ana María ha tenido un estreno narrativo muy decente. Se identifican las fuentes de inspiración que la autora ha tomado. Se ve que hay imaginación y recursos suficientes para seguir creando obras que, con un poco más de esmero, cuidado en la expresión y en la gramática (supongo que la editorial también podría mejorar un poco, pues son varias las faltas de ortografía y expresión que se encuentran), pueden dar como resultado grandes novelas. Ojalá así sea.

Gracias por escribir, Ana María. Estoy seguro de que a muchos nos has regalado horas de entretenimiento sano, fantasioso y divertido. Ojalá esto te empuje a ti a seguir y a los demás a darle una oportunidad a esta escritora novel. A mi ya me has motivado para volver a escribir.

Quien esté interesado puede pedirme prestado el libro. En cualquier caso, está disponible en distintos formatos, a un precio asequible. La pequeña Alejandra tiene que comer.


SINOPSIS: Una gran oscuridad invade Helicea. Anantia, princesa de Elementaria, se verá inmersa en una serie de acontecimientos gracias a los cuales no solo descubrirá las tierras de Helicea, sino también a ella misma. Se le revelará un mundo lleno de criaturas formidables, de seres fantásticos y sobre todo, una gran verdad que le ha sido ocultada durante años.

Anantia será la clave para combatir ese gran mal. Se enfrentará a uno de los eventos más importantes para la ciudad, que le permitirá demostrar su valía para que el consejo de sabios la acepte como la futura reina de Elementaria. Este evento se verá truncado por la presencia de tres misteriosos personajes que obligarán a la princesa a decidir entre el deber con su reino o el empuje hacia la aventura que le dicta su corazón.

Una aventura llena de amor, amistad, coraje y descubrimiento, pero también de traición, dolor, miedo y mentiras
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miércoles, 27 de enero de 2021

¿Quedamos?

Con relativa frecuencia me encuentro repasando cómo han cambiado mis amistades, con qué velocidad he ganado o perdido confianza con algunas personas. ¿En qué momento deje de contarle mis intimidades a una para contárselas a otro? ¿Por qué ya no me atrevo a darte detalles sobre la última burrada que se me ha pasado por la cabeza? Al final, cuando empiezo a atisbar una respuesta pragmática a estas preguntas, como casi siempre que constato el paso del tiempo, me acabo sintiendo perdido entre la añoranza y el desengaño.

La sucesión y conclusión a mis divagaciones, a las que ahora voy a intentar dar forma, vinieron a mi conciencia en una divertidísima, bonita y algo fría noche de finales de octubre. No me parece que sea nada que sorprenda a nadie mucho más -ni mucho menos- que la cifra de muertos por COVID de ayer, pero sostengo firmemente que es un razonamiento bonito, además de útil para aquellos que, como yo, encuentren excesivamente difícil aceptar que ya no van más de la mano de algunas personas. 

Cuando dos personas se conocen, comparten tiempo y vivencias, cuando aparece el cariño sincero, se acaba forjando un respeto y una admiración que, además de traducirse en pasar buenos ratos juntos, hace que nos sintamos obligados a acudir si las desventuras se muestran en la vida de nuestro amigo. Es algo que hacemos porque así nos nace, porque sabemos que estamos ayudando, porque la otra persona también lo haría. Es un comportamiento que se valora y respeta, avivando más aún la llama de la relación. Es una actitud intrínseca y fundamental de la propia amistad, tanto como lo es el turrón de la navidad.

Esta seguridad de que no estaremos solos en los malos momentos la conocemos todos: sabemos que en una ruptura, en un fracaso profesional o en un pérdida de un ser querido estaremos rodeados de hombros en los que llorar, palabras de ánimo y abrazos reconfortantes; que habrá personas que sinceramente sientan nuestros problemas y deseen, de corazón, vernos en tiempos de mejor ventura.

Se me ocurre que podría ser esto lo que explica, a su vez, la tranquilidad y confianza que nos transmiten los antiguos amigos, aunque estén relevados a segundo, tercer o incluso cuarto plano de nuestra actualidad, encerrados prácticamente en conjugaciones pasadas, en ''te acuerdas de cuando fuimos a...'' o en ''bueno y... tú estabas estudiando magisterio, ¿no?'' o en ''¡es que ni me acuerdo de la última vez que nos vimos!''. Somos conscientes con estas personas de que, a pesar de que hace más de 3 meses que no compartimos una tarde juntos, cualquier martes un poco desgraciado pueden venir a darte un sincero pésame o unos ánimos para el futuro. Y esto es algo que da seguridad y calma.

Frente a esta realidad (la de los amigos no tan cercanos) parece haber una acuerdo tácito por el que no es necesario volver a retomar o fingir una calidad presente en esa amistad macilenta que no es -ni probablemente sea ya nunca más- la que un día fue. Me gusta imaginar, no sé si con acierto, que esto es un mecanismo sutil, elegante y digno de dejar un poco atrás a personas queridas que, sin embargo, ya no aparecen en los vaivenes de nuestro día a día. Parece una forma de poder dedicar tus nuevas inquietudes y ganas de disfrutar a otras relaciones, a otros amigos más actuales y con más porvenir, todo ello sin perder el preciado apoyo que un antiguo compañero, con todo lo ya vivido en común, puede ofrecer. Puede resultar lógico al pensar que en la vida las desgracias vienen solas, de frente, inesperadas, gratis; ante ellas necesitamos desesperadamente ayuda, de los de ahora, de los de antes y, a veces, de los que aún no son.

En cambio, cuando se trata de pasar buenos ratos (libres de saturaciones, estrés, miedo, pena...), cuando se trata de una busqueda de placer común, parece resultar más difícil reunir a esos antiguos amigos con las que ya no convivimos tanto. No nos nace con estas personas buscar un feliz objetivo para el deleite. Es por eso que concluí que solo el pasarlo en grande -mejor dicho el querer pasarlo en grande- mantiene en todo su esplendor y actualidad las amistades; lo que hace que esta relación entre personas perdure en cualquier tiempo presente es la voluntad de disfrutar juntos más que el saber que ante un momento dificultoso la otra persona va a estar apoyándote. 

Resulta paradójico: para lo malo estamos todos, para lo bueno cuesta encontrarnos.

Gracias Rafa, Blanca, Riky, Carmen, Marina y novio de Marina por inspirarme. Gracias Ángel por ayudarme a darle sentido y forma a esto.





domingo, 12 de enero de 2020

Lecturas 2019

He pensado que, quizá, escribir algunas palabras sobre los libros que en el año 2019 han pasado por mis manos puede resultar de ayuda para alguien que encuentre sus días y/o pasatiempos excesivamente largos y/o vacíos. En orden cronológico:

1) Arturo Pérez-Reverte. Cabo Trafalgar. novela históríca de la famosa batalla naval entre británicos y españoles/franceses. Si estás familiarizado con el vocabulario del mar y los barcos, debe ser apasionante; si no es así, con toda seguridad estarás buscando palabras en el diccionario constantemente, lo cual es muy probable que te frustre.

2) Herman Hesse. Siddharta. El primero de los 3 de este autor que he leído, según el orden que mis queridos amigos Roge y Manu me recomendaron. Inspiracional y reflexivo, si tú también lo eres. Quédate bien con lo que se dice del río.

3) Tomates verdes fritos. Fannie Flag. Es posible que hayas visto la película. Es probable que, de haber hecho lo anterior, el romanticismo de las historias que contaba Ninny en la residencia te hiciera desear haber nacido un siglo antes. Es una realidad que el libro triplica el la cantidad, detalle y sentimiento de las historias. Si después de él tus aventuras te parecen algo insípidas, estoy contigo amigo.

4) Herman Hesse. El lobo estepario. La última entrada de este blog es una reseña de este libro. Sin duda, el que más he disfrutado de esta lista.

5) Ken Follet. Los pilares de la tierra. Si se te viene a la mente un masacote de paginas con letra muy pequeña estás en lo cierto. Una de las mejores historias de aventura medieval que he leído, junto con La catedral del mar (una historia que guarda bastantes similitudes, pero ambientada en Barcelona) y El sanador de caballos.

6) Hernest Hemingway. El viejo y el mar. Tras la lectura anterior necesitaba un libro corto y alguien me recomendó éste. Lo leí en el trayecto Sevilla-Varsovia y en dos ratos libres del viaje. No saqué casi ninguna satisfacción de él; que me perdonen los eruditos.

7) Camilo José Cela. La familia de Pascual Duarte. Has oído hablar de él en el instituto. Consiguió con creces quitarme el mal sabor de boca del libro anterior -tampoco era difícil, para ser justos-. Lo leí en los otros dos ratos libres del viaje y en el avión de vuelta -sí, el viaje en cuanto a lecturas resultó precioso y redondo-. Una historia crudísima, redactada de una forma muy original (varios manuscritos de diferentes personajes) que te hace recordar lo que las películas navideñas nunca muestran. En su brevísima extensión está plagado de refranes, referencias al medio y al habla rural, lo cual es un aliciente más para los que, por sureños, podemos entenderlos.

Ambientado en gran parte en Torremejía, pequeño pueblo pacense que del que es natural uno de mis primeros amigos de la facultad. Hace menos de un mes paramos en una gasolinera cuando iba en dirección Gredos; lugares históricos insospechados.

8) Yuval Noah Harari. Sapiens- de animales a dioses: una breve historia de la humanidad. Con clarísima intención didáctica, el historiador israelí hace un compendio de la evolución del ser humano desde que éramos cazadores-recolectores hasta el día de hoy, aventurándose un poco a hablar, también, del mañana. Divide la obra en 4 revoluciones entre las cuales destaco, por sorprendente, útil y reveladora para mi persona, las dos primeras: cognitiva y agrícola.

Si os gustan las cavilaciones futuristas, el mismo autor ha escrito Homo Deus, que indaga más en el futuro de la humanidad. Sabiendo que la última parte del libro anterior (la que hablaba del porvenir) fue la que menos me gustó, además de algunas opiniones en contra, no voy a leerlo. Pero ahí queda, por si os place.

9) Herman Hesse. Demian. De los 3 de este autor que he leído este año, el que menos disfruté, a pesar de ser el más alabado por Roge. Eso sí, bien recuerdo que el capítulo 6: La lucha de Jacob, me hizo conectar. 

10) Mario Benedetti. Primavera con una esquina rota. Sí, es el mismo autor que el de alguno de los versos que acompañan las fotos de Instagram de felices y enamoradas parejas. Recomendado varias veces, decidí comenzarlo a principios de septiembre, en Asturias. También está escrito de una forma muy original, que permite entender fácilmente la cantidad de conflictos que pueden causar en las personas desaveniencias como la persecución política y el desamor. Abuelo, padre, mujer, hija y amigo, todos tienen algo que decir en esta historia.

11) Gore Vidal. Juliano el Apóstata. Recomendado por mi profesor y amigo Modes. El historiador y novelista americano cuenta la historia del emperador romano que intentó poner freno al creciente cristianismo en beneficio del ya moribundo helenismo. Es del tipo de libros que necesita ser acompañado de un papel de anotaciones con nombres, fechas, lugares etc. si quieres de verdad sacarle partido. Te servirá, además, para aprender bastante historia y cultura clásica

12) Bertrand Rusell. La conquista de la felicidad. Dividido en dos partes: causas de la infelicidad y causas de la felicidad. Bajo mi punto de vista, mucho más útil la primera: te hace asimilar, en capítulos breves, como cosas estúpidas como el sentimiento de pecado, o el aburrimiento y la excitación, pueden plagar nuestras vidas de desdicha. Aunque te parezca mentira, recuerda, mientras lo lees, que está escrito antes de 1930.

13) Herbert George Wells. La puerta en el muro. Es un breve cuento en el que un amigo le cuenta a otro como una vez, cuando niño, vio y entró por una puerta mágica. A lo largo de su vida fue reencontrando, a veces, esa puerta. ¿Pudieron más los recuerdos de la aventura infantil o las obligaciones del hombre adulto?

14) Stephen King. Doctor Sueño. Lo leí porque quería volver a pasar miedo con un libro -sólo lo consiguió El Resplandor, del mismo autor- y porque hicieron una peli hace poco, así que pensé que antes de verla quería conocer la historia original. Es una especie de prolongación de la historia del Overlook Hotel en el que el personaje principal es Daniel Torrance, hijo de Jack, protagonista de El Resplandor. No da miedo y no saqué demasiado disfrute de él pero, como puro entretenimiento, nada mal. Por suerte, Stephen King hace una justificación -necesaria pero no cabal- de la obra, en la que de paso menciona las que son, a su parecer, sus obras más terroríficas; no volveré a fallar.


lunes, 17 de junio de 2019

Herman Hesse- El Lobo Estepario

No se trata ésta de una novela de trepidantes aventuras medievales, tampoco de amores imposibles o de asesinatos sin resolver. Publicado en 1928, son más de 200 páginas de la mano de Herman Hesse que nos relatan la lucha de un hombre, Harry Haller, que se autodenomina lobo estepario con su forma de ver el mundo. Rodeado y ayudado está, para este menester, de otros personajes que, a mi modo de entender, quieren enseñarle lo que también Antonio Machado sabía y escribió en uno de sus poemas: ''que el arte es largo, y además no importa''.

Quiero empezar destacando uno de los párrafos que más me sobrecogieron del libro. Se trata de un sueño que tiene el protagonista cuando se queda dormido en un salón de baile, tras un desencuentro con un antiguo profesor, con el que no comparte ya sus viejas pasiones, curiosidades y cabilaciones acerca de temas cultos y refinados, totalmente teóricos y perfectos.

Entonces se inclinó un poco hacia delante, puso su boca muy cerca de mi oreja, su boca ya enteramente infantil, y me susurró quedo al oído: ''Hijo mío, tomas demasiado en serio al viejo Goethe. A los viejos, que ya se han muerto, no se les puede tomar en serio, eso sería no hacerles justicia. A nosotros los inmortales no nos gusta que se nos tome en serio, nos gusta la broma. La seriedad, joven, es cosa del tiempo; se produce, esto por lo menos quiero revelártelo, se produce por una hiperestimación del tiempo. También yo estimé demasiado en mis días el valor del tiempo, por eso quería llegar a los cien años. En la eternidad, sin embargo, no hay tiempo, como ves: la eternidad es sólo un instante, lo suficientemente largo para una broma.''

Con frecuencia ocurre que el sentido del humor es juzgado y cuestionado, y cuando esto ocurre, pierde todo su sentido. No cabe esta opción para Herman -como tampoco para mí-. Si descargamos del humor de los sentidos de culpa, de remordimiento, de agresión, de prejuicios, de repercusiones... sólo queda una liberación de endorfinas y dopaminas que nos hacen sentir extremadamente a gusto.

De ninguna manera esto nos libra de ser responsables con nuestro entorno. Quiero decir que, a todas luces, no es una buena elección hacer bromas machistas delante de niños, como tampoco lo es reírte de un cojo cuando te cruzas con él (a menos que sea tu amigo Juan el cojo y entre vosotros no haga falta explicar nada). Pero no veo el motivo por el que en un ambiente de confianza, entre personas con su moralidad formada, conscientes de lo que está siendo motivo de risa y lo que supone, debas evitar soltar una carcajada por una desgracia propia o ajena. Como tampoco debes reprimir un chiste negro o una sonrisa por una foto de un niño feo. Y no me he metido yo aquí en ejemplos más groseros y violentos -machismo, asesinatos, enfermedad- que también pueden causar una confrontación en nuestros principios éticos, pero aludiendo de nuevo al argumento de Herman -es decir, olvidando nuestro sobrevalorado juicio de valor del tiempo- si buscas la eternidad no hay carcajada que perderse ni broma que explicar.

Al final, lo que queda de cada risa es una comunión con los que compartes el momento; de cada suspiro sin aliento, una recarga de energía para respirar con más fuerza; de cada lágrimilla que se te escapa, una que no lloras por ahora. Así, somos más plenos, más libres. Más felices.

Cambiando de tema, quiero dejar también algunos de los que probablamente son mis párrafos favoritos. Esta parte se llama Tractat del lobo estepario. Un tractat (tratado) es el subgénero opuesto del ensayo, ambos incluídos dentro del género de la didáctica. En el primero se profundiza con intención informativa sobre un tema, pero sin opinar sobre él, que es lo que se haría en el segundo. Esta parte del libro explica con perfecta claridad e ilustrativos ejemplos cada uno de los debates internos que tiene Harry, que después son destrozados al caer al suelo, haciéndose añicos, fruto del peso de su propia y absurda obviedad. En portada del tractat, acompañando al título, viene una muy acertada afirmación: ''No para cualquiera'' 

Estas son algunas de las líneas de dicho tractac, que versan acerca de uno de los conflictos de Harry: esa teoría suya -y de tantísimas otras personas- de que los seres humanos podemos resumirnos a un dualismo bueno-malo, verdad-mentira, intelecto-instinto... en este caso: el hombre-lobo. 

La bidivisión en lobo y hombre, en instinto y espiritú, por la cual Harry intenta hacerse más comprensible su sino, es una simplificación muy grosera, una violencia ejercida sobre la realidad en beneficio de una explicación plausible, pero equivocada, de las contradicciones que el hombre encuentra dentro de sí y que le parecen la fuente de sus no escasos sufrimientos. [...] es una necesidad innata y totalmente fatal en todos los hombres representarse cada uno su yo como una unidad. [...] El hombre no es de ninguna forma un proyecto firme y duradero, no es otra cosa sino el estrecho y peligroso puente entre el espíritú y la naturaleza [...] Imagínese un jardín con cien clases de árboles... pues bien, si el jardinero de este jardín no conoce otra distinción que lo comestible y la mala hierba, no sabrá que hacer con nueve décimas partes de su jardín. Arrancará las flores más encantadoras, talará los árboles más nobles, o los odiará y mirará con malos ojos. Así hace el lobo estepario con las mil flores de su alma. Lo que no cabe en las casillas de hombre o de lobo ni lo mira siquiera.

Resumiendo, este libro es denso como un yogur de tocino, y al igual que no disfrutarías ese yogur a menos que estuvieras extremadamente ilusionado y motivado con los yogures y el tocino, no vas a sacarle partido a esta obra si no estás en un momento inspiracional y conflictivo en tu vida. Pero si es ese el caso, y sientes que estás listo para batirte y rebatirte, no lo dejes pasar. Con frecuencia te encontrarás releyendo una y otra vez las mismas líneas, bien porque no las has entendido, bien porque quieres volver a deleitarte con ellas. Las reflexiones y aprendizaje que puedes sacar son elevadísimas y dulcísimas. Es el único libro hasta la fecha, y por suerte puedo presumir de haber leído bastantes, que nada más terminarlo he decidido, totalmente convencido, que volveré a leerlo.

No dejo aquí ninguna pista de lo que el autor escribe en la parte final (igual de sublime que el resto del libro), cuando Harry se atreve a realizar su definitivo viaje de instrospección, pasando de habitación en habitación del teatro, motivado por una inscripción en una moneda que rezaba: 

Esta noche, a partir de las cuatro, Teatro Mágico -solo apto para locos-. 
La entrada cuesta la razón.
 No para cualquiera. Armanda está en el infierno

A ver si así consigo que probéis este excelso yogur de tocino.

Fragmento de la película del lobo estepario (Inicio del tractat)




viernes, 22 de febrero de 2019

Inabarcable

Hablemos de masificación y de posibilidades.

Casi siempre, cuando veo un avión que atraviesa el cielo, pienso en las personas que dentro se acomodan y en sus vidas. ¿Cuántas ilusiones, miedos, proyectos, tesoros, babas secándose en la comisura de los labios y pedos reprimidos se esconden en esos pasajeros? Montones de cerebros y corazones viajando cientos, miles de kilómetros en cuestión de horas -¿cuánto tardaríamos en recorrer ese espacio hace 400 años? ¿seríamos, siquiera, capaces de hacerlos?- en busca de un negocio, una ciudad que conocer, una persona que espera, una vida nueva... 

Según las personas pragmáticas y dispuestas a tomar soluciones, somos los que estamos. Y según fuentes oficiales, estamos -vivos- los siguientes: 800 millones en Europa, 1110 millones en África, 4677 millones de Asia, 1094 millones en América y 40 millones en Oceanía (Anexo 1). Sumemos los que habrá en islas perdidas, en aldeas inalcanzables de la Amazonía, los que nunca entraron en los registros de natalidad. Unos 8000000000. Ocho mil millones. 8x10^9.

Añadamos los que ya no viven: los que acabaron en el bentos tras desgracias navales, junto a estrellas de mar y criaturas excepcionales; los que cayeron en campos de batalla; los que agotaron sus días rodeados de sus familiares; los que fueron aplastados por mamuts; aquellos y, sobre todo, aquellas cuyas vidas fueron arrebatadas a mano de hombres de pacotilla; todos aquellos que tuvieron la inmensa suerte de pasar por aquí. Todos aquellos que a día de hoy no son más que polvo de polvo de polvo.

Pensemos también en los que vendrán próximamente. Esos hijos de vecino que nos harán sentir mayores, esos jóvenes cada vez mejor preparados; esos bebés adorables que alegran casas enteras y levantan miradas de desesperación de autobuses y vagones de metro: los futuros solterones, catedráticos, cómicos, violadores, atletas, oficinistas... Potenciales espermatozoides y óvulos que algún día tendrán la inmensa suerte de unirse y llegar a nuestro mundo, en su mayoría, fruto de polvos, polvos y polvos.

Así, tras estos imaginarios e interminables cálculos, y tras el visionado de muchos aviones, por momentos me agobia y entristece imaginar cuantísimos sucesos y opciones de vida no estoy experimentando por ser Salvador González Parra, nacido en 1998 en La Puebla del Río. Reflexiono acerca de todos los objetivos, sueños, deseos y temores que definieron sus -a mi inconsciente parecer- interesantísimas vidas. Nunca seré Sam Carmichael, Harry Bright o Bill Anderson en Mamma Mia!, jamás le pediré a la chica que me gusta que vaya al baile de fin de curso conmigo, tampoco seré un marinero cobarde arrancado de su familia para luchar por España y sus colonias, ni mucho menos moriré en aquel barco.  Al final todo se resume en la verdad casi universal de ''queremos lo que no tenemos'' y en la frase mil veces escuchada de ''pero el suyo está más guapo, mamá''.

Pero por suerte, la vida -la nuestra y ninguna más- a veces nos hace tumbar toda esa tendencia y mandar al carajo todo el resumen cuando, tras una noche cualquiera, una carcajada inmensa de mi amigo Yeray por un comentario guarrete que digo me hace sentir el mejor cómico del momento ¿Acaso no soy yo, al menos durante esos segundos, la persona con la que algún humano en cualquier otro lugar del mundo sueña con ser? Si converso sobre la muerte con mi amigo Arquímedes tumbados en una roca junto al cementerio de Junciana en una madrugada sin luna de agosto, escuchando sus opiniones cabiladas, potenciadas por el papelillo y el mechero, deslumbrantes, sobrecogedoras, ¿no pagarían las personas de vida insípida por estar ahí? Si llevo viendo años a mi madre intentar sacar una plaza en una oposición que se resiste, ¿no es ese mejor ejemplo de constancia y valentía que cualquier película de Hollywood?

Que les jodan entonces a los ingenieros romanos, a los nativos americanos; a Steve, Amy y su primer beso en la fiesta en la piscina de la casa de John en Columbus, Ohio; a los supervivientes de Chernobyl; a los que incendiaron Troya, a los oros olímpicos y a Javier Cansado. (Anexo 2)

Hoy, a sabiendas de los venideros domingos interminables y los atascos a las 8 de la mañana de los lunes, yo quiero ser yo.

Y que no pasen muchos aviones por encima de mí.



Anexo 1: he redondeado las cifras de la población de los continentes a los millones. Es decir, con varias pulsaciones de teclado estoy restando o sumando, indiferentemente, 500 000 personas del registro. Como si borrara o añadiera del recuento de la vida a todas las personas de la ciudad de Sevilla por la gracia de mi corazón (el dedo, claro)

Anexo 2: qué curioso que casi todas las referencias que en este artículo he hecho a vivencias externas hayan sido relacionadas con el mundo occidental. 









Gabriel García Márquez- 100 años de soledad

  Esto lo escribí en octubre de 2021 ’El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señarlas...